como aquel día, aún sentada sobre lo real-único,
inicio un viaje sobrepuesto donde lo notable y cierto era su dolor, un sentir único que la golpeaba conforme el vaho de sus sentimientos rozaban su ser…
Caminosé y entre destellos ella creía ver pasar parte de su vida, parte de su amor rentado, parte de un mundo dónde sólo pedía ser breve pero feliz;
Desató sus miedos apresuró los pasos con la finalidad de correr donde la luna descubriera su alma innata de insanos pensamientos, lugares donde solo pueda existir con su sombra.
Donde la nulidad de amar sea parte de aprender y socavar lo que aquella noche trato de evitar, de ser amor hasta trasladar su pena en lantana tempestad…
Él, por su parte, concebía el amor como una prestación de utilidades, era tan mesurado que no impedía ser otros con tal de significar miles de personas para su mente, sin importar que una vez perdió su alma, su vida, su tiempo, su insignificante texto para resumir lo que acalló su alma…
Ha pasado mucho tiempo desde que él se unió a su andar; restó los meses y solo quedó un corazón agotado de amor, de compromiso y deidad perpetua; la noche deambulo por sus cabellos, las estrellas disiparon su modorra entre cubiles de ansiedad, sin embargo camino millas sin percatarse que ella estaba en cada arroyo en cada roble curvado y lleno de trinos…Caía la noche y el sopor invadía cada resumen de vida.
Ellos compartían anuencia, sus voces buscaban un eco otoñal mientras que el aroma transitaba entre cada modal antes ya mencionado; Nunca supieron que estaban dentro de la misma historia, solo frotaron su vida aquella noche vaga y sin recuerdos, los dos pensaron que el mejor motivo de complicidad era retener al ángel que un día soñaron.
Eran épocas donde ambos buscaban los mismo, donde sólo participaban de esta narración dos sonrisas, dos cobija llenas de devoción, donde los muebles impacientaban la llegada de infantes, donde todo y nada, escaso y macro, funesto y renaciente pertenecían al mismo comentario, sin embrago era un sueño...
Si que es caprichoso el azar y su deidad...
Victor M. Cachay